Si la infancia es, escribió
Cernuda, el tiempo fuera del tiempo, las
vacaciones de verano quizás sean para el niño el tiempo más extremadamente fuera del tiempo que exista. Por eso,
el inicio del curso supone para él pasar de un modo de vida fuera, muy fuera, del tiempo a otro dentro, muy dentro, del tiempo.
Sin embargo, lo más costoso de la
vuelta al colegio no es tanto el tenerse que levantar y acostar dos o tres
horas antes de lo que en verano solía, cuanto el tener que echar mano de unos
hábitos cognitivos que fueron, probablemente, los que más de vacaciones estuvieron
en las vacaciones.
En su regreso al colegio el niño se las tendrá que ver a diario con el "papel en blanco" (escritura) y con el "papel impreso" (lectura), y de nuevo se tendrá que acostumbrar a la práctica de unos ejercicios de concentración y de atención en un grado y con frecuencia que rara vez se los han exigido durante el verano ninguna de las múltiples "pantallas" a las que tan asiduamente se asomó buscando entretenimiento.
Tales prácticas le son indispensables
para retomar el aprendizaje allí donde en junio lo dejó, pues sin ellas solo
con dificultad el alumno podrá seguir las indicaciones de sus profesores en el
aula o leer un texto comprensivamente y sin distracciones o resolver y
responder con ingenio y con creatividad ciertos problemas y cuestiones...
En resumidas cuentas, el
principal escollo del inicio de curso quizás no sea el reajuste horario al que
la vuelta al colegio le obliga, sino el logro de la habitual
concentración del alumno en su tarea escolar, en especial cuando esta no sucede
revestida del frenesí audiovisual al que tan acostumbrado está, sino
del sosiego del texto escrito, que o bien ha de leer o bien ha de redactar.
Gracias Eduardo por este blog. Volver a la rutina siempre cuesta, no me había parado a pensar en vuestra ardua tarea de lograr la concentración de tantos alumnos. Felicitaciones por vuestra dedicación y esfuerzo. Buen curso escolar.
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