viernes, 9 de septiembre de 2016

Principio de curso: ¡La operación mochila!

Llegado el nuevo curso, ¿qué meteremos -padres y educadores- en la mochila escolar que nuestros niños van a estrenar estos días? Libros de texto, cuadernos, carpetas, lápices, agendas... Incluso una tablet. Es tanto el material que será difícil que todo nos quepa en la mochila.




Entre tantos preparativos de principio de curso, puede que se nos olvide "guardar" en la mochila algo de lo más importante. Me refiero a esos "otros aprendizajes" que ni aparecen en las listas de materiales ni suelen estar explícitamente recogidos en las programaciones de las asignaturas, aunque son tan convenientes para la buena marcha del curso.

Hay un conocido pasaje de La Odisea en el que la diosa Ino entregó a Ulises una “mochila” para que, poniéndosela bien ceñida al pecho, el héroe se salvase de la violentísima tormenta que Poseidón había desatado contra él, y no muriese en el naufragio...
Poseidón había desencadenado una descomunal tormenta. Otras más. El viento había rasgado el velamen, roto el mástil y arrancado a Ulises del timón. Cuando más le faltaba el vigor para tenerse a flote, la diosa Ino le ofreció una "mochila". Ella la llamó “inmortal". Si te la ciñes al pecho -le dijo- no deberás temer ni al dolor ni a la muerte. Mientras la conserves en el mar, serás inmortal.

Durante dos días y dos noches Ulises estuvo a la deriva, camino de ninguna parte, hasta que, al que hizo tres, avistó tierra. La diosa Ino no le pudo evitar a Ulises el naufragio ni hacerlo llegar a Ítaca, pues ¡qué podía ella contra el designio que Poseidón, a sabiendas de su hermano Zeus, había dispuesto para aquel valeroso y bello mortal! Mas como era una nereida, una de esas diosas protectoras de mareantes, decidió auxiliar a Ulises.
***

Dejando a un lado la consabida retahíla de materiales... ¿Qué más deberíamos meter en la mochila escolar de nuestros niños, y qué más, en cambio, sacar de ella? En concreto, de aquellos "otros aprendizajes" que antes mencioné, ¿cuáles interesan que estén -o no- en sus maletas, para que vayan al colegio con una “mochila inmortal" que les sirva de "salvavidas" en caso de "naufragio", como aquélla que la diosa Ino le entregó a Ulises?



PRIMERO, ¿QUÉ SACAR DE LA MOCHILA?
Las "malas artes" de Calipso y de Penélope.

Será importante sacar de la mochila aquellos "otros aprendizajes" que no enseñan a nuestros niños a crecer autónomos y responsables sino, muy al contrario, a ser demasiado dependientes de los adultos.

A padres y educadores, que tan hábiles somos en el manejo de las emociones y de los afectos de nuestros niños, siempre nos cabe comportarnos como la ninfa Calipso, que “amorosamente” retuvo a Ulises en la isla de Ogigio, ofreciéndole “inmortalidad” al precio de su libertad.

Y también como la mortal Penélope, que tanto amaba a su hijo que, de haber sido informada a tiempo, hubiera impedido que Telémaco se echara peligrosamente al mar a buscar noticias de su padre ausente, para ahorrarle el riesgo de vivir fuera de la seguridad del hogar.

Pero esto -la posesiva actitud de Calipso y de Penélope- realmente no es amar a los hijos, sino instrumentalizar a quienes se les quiere -mejor, se les necesita- cerca para espantar los propios miedos.

Admitir que nuestros niños crezcan razonablemente libres -como corresponde a la edad que tienen: ni más y ni menos- nos suele causar un desasosiego que padres y educadores no siempre llevamos bien.



Nuestros niños nos duelen mucho. Pero no por eso el miedo a que algo malo les suceda nos legitima a emplear con ellos las mismas “malas artes” que las posesivas Calipso y Penélope, ni a inducirlos a que no deseen estar en donde en la vida hay que estar, navegando valientemente en alta mar, buscando noticias de lo que la vida sea, y no cómodamente varado en la orilla de alguna "idílica playa" como las de las islas de Ogigio o de Ítaca...


SEGUNDO, ¿QUÉ METER EN LA MOCHILA?
Las "buenas artes" de Proteo, Prometeo y Ulises.

Será importante meter en la mochila aquellos "otros aprendizajes" que enseñan a nuestros niños a poder y querer salir de su zona de confort, a tener aficiones intelectuales y gustos académicos, y a desarrollar un sentido ético de la conducta propia y ajena.


Probablemente, a lo largo de sus vidas, con seguridad -gracias a Dios- más longevas que las nuestras, serán muchas las ocasiones que nuestros niños tendrán que "reinventar" sus vidas, personal y profesionalmente. Es lo que muchos profesionales y empresarios han tenido que hacer en esta crisis económica para no quedar laboralmente obsoletos y fuera del mercado.



Nuestros niños o sabrán, y querrán, salir de su zona de confort -y para ello habrán de tener entre sus talentos intangibles un manojo de imperecederos entusiasmos académicos que no se les marchiten ante el continuado esfuerzo que personal y profesionalmente habrán de hacer- o temprano padecerán "obsolescencia".

La "obsolescencia" es esa novedosa y crónica enfermedad, propia del S. XXI, que biológicamente no mata, pero sí diseca la ilusión de llegar a ser la mejor versión posible de uno mismo, y además hace sentir viejo a uno que no lo es, como si lo mejor de la vida se le hubiera pasado demasiado pronto y muy rácana en oportunidades.



De esta enfermedad sólo tendrá cura para los "mejores", entre los cuales -necesariamente- habrá de poderse contar a nuestros niños. Y los "mejores" serán aquellos que hayan aprendido -desde niños- a ser:

Por fuera como Proteo, capaz de innovar su aspecto cuantas veces sea menester: se terminaron los tiempos -incluso para nosotros, sus padres y educadores- en los que uno se jubilaba en la empresa en la que, durante gran parte de su vida laboral, ejerció la misma y única profesión que aprendió en la Universidad.

Y por dentro -primero- como Prometeo, un mortal sin miedo ni respeto a los “dioses”, a las supersticiones, tanto a las antiguas como a las nuevas, un mortal con sentido crítico y con mirada inteligente y desprejuicida del mundo; y -segundo- como Ulises, un mortal infatigablemente luchador al que le mueve una idea clara, un proyecto firme.

El reto radicará en la habilidad de cada uno para seguir siendo “él mismo” aunque no “el mismo”. Esto les será más fácil a aquellos que hayan aprendido a salir de su zona de confort y además estén acostumbrados a hacerlo como parte de su natural forma de ser y estilo de vida.

Un punto de apoyo de la voluntad para espantar la obsolescencia habrán de ser los entusiasmos académicos, las ganas de no dejar de aprender, de no perderle la cara a lo profesionalmente nuevo, que es inimaginable. De lo contrario, al primer descuido, da igual a qué edad, caerán en la obsolescencia. Vivir sin descanso, sin sensación de meseta, es ascenso hacia una cima que seguramente no haya, tiene que ser muy duro.

Leer la segunda parte "Soy bueno y me port obien cuando (y porque) me observan". El principio de Curso: ¿Qué más meter en la mochila de nuestros niños?


No hay comentarios:

Publicar un comentario